domingo, 10 de marzo de 2019

Mujeres que se reencuentran...

Brenda... hoy voy a platicarles de Brenda.

La primera vez que la vi, yo recién había llegado a la Normal, era yo una secretaria nueva a la que tenían en un escritorio de menos de un metro, revisando documentos y atendiendo inscripciones, a Brenda no le había tocado en el primer grupo de seleccionados y había venido desde su pueblo (una comunidad a tres horas por terrecería de un municipio a tres horas de la escuela) a esperar a que le tocara, estaba lejos en el escalafón y tendrían que rechazar su sitio muchos otros postulantes para que ella pudiera quedarse, pero nunca perdió la esperanza; la recuerdo bien, larga cabellera negra, los ojos oscuros enormes, el cuerpo delgado de las chicas que hacen mucho ejercicio, son muy jóvenes y comen de apoco.


La mayor de siete hermanos, Brenda venía apoyada por su abuelo, que le dio apenas unos pesos para que pagara el transporte y nada más, no tenían para más, pero la apoyaban; en cuanto llegó a la escuela buscó hacer amigos y así no faltó la chica que la dejara dormir en su litera, ni quien le prestara una chamarra para el frío. Lunes, martes, miércoles, jueves, Brenda iba todos los días nada más entrara yo a mi oficina a preguntarme si ya podría inscribirse y la respuesta era la misma "Todavía no, pero espera", ella salía corriendo de la oficina, con la sonrisa sembrada en la boca y la esperanza por cada poro; no fue el viernes tampoco y se quedó el fin de semana entero, sola con otros de primer año ya inscritos, porque casi todos los demás salían y ella no tenía con qué volverse a su casa. 

Sí, un par de veces la mandé a la cooperativa a que se comiera una torta y un refresco que luego yo pagaba, había algo en sus labios gruesos, en su rostro redondo y su piel cobriza que me llenaba de inspiración, de una feliz realización, ella tenía esperanza, una que se materializó quince días después, cuando al fin llegó corriendo hasta mi escritorio, todos sus papeles en mano, "Ya me tocó, Ale", dijo con orgullo y pude iniciar su proceso; con el paso de los años, nos fuimos viendo menos, pero en los cuatro que pasó en la escuela se daba su tiempo para visitarme, casi siempre enferma, presa de las alergias y el clima irregular de nuestra comunidad, que nada tenía que ver con él cálido de su comunidad de origen.

Pero Brenda no se rindió.

En su último año, muchas veces vino a verme, siempre sonriente, ahora alta, formada, como una mujer que estaba dispuesta a enfrentar el mundo; a veces me pedía consejos para trabajos, para consultar con maestros, otras una hoja de papel, una pluma, algo para salir avante con el poco recurso que tenía, porque eso nunca mejoró aunque su estancia en la escuela sí.

Hoy, porque escribo esto hoy 8 de marzo, tras pensar que no tenía porqué hacer entrada para la fecha, me encuentro justo con Brenda delante mío; entró a la escuela y me encontró en la recepción, su rostro fue un poema y sé que el mío también, venía con su hermana, que es ahora nuestra alumna también, está radiante, fuerte, hermosa en su ropa de maestra moderna y empoderada, sus lentes de sol, su melena larguísima como siempre. Es Brenda sin embargo, mi Brenda, aún encuentro en sus ojos ese aire infantil y esa sonrisa incansable, sigue siendo ella, como ese primer día.

Estas son las mujeres que debemos amar, las que hay que apoyar sin cansancio, a las que hay que respaldar sin recato: las jóvenes de familias numerosas que salen a luchar fuera de casa sin nada en la bolsa más que unas monedas, las que son capaces de compartir litera con una desconocida o dormir en el piso para conseguir ser alguien en la vida; estas son las mujeres que forjan nuestro país, las inquietas y alegres, las felices a fuerza de penurias, ¿sufrió mucho en la escuela?, horrores, ¿luchó siempre por lo que quería?, me consta.


Hoy, vino hasta aquí y puedo oír su risa en el pasillo, la de cuando llegó, veo a la niña a la que tuve la oportunidad de tenderle un poco la mano y me siento muy feliz... ella es mi ejemplo, ella y todas las chicas como ella a las que me gustaría hacer con esto un pequeño homenaje, Brenda, Juanita, Perla, las que buscan superarse y ayudar a sus familias, que van por las escuelas en que trabajan sembrando conocimiento, fortaleciendo familias a fuerza de educar a sus hijos, poniendo en ellos ese optimismo y esas ganas de vivir; esas son las mujeres con las que quiere uno vivir, a las que uno quiere abrazar mucho. Las que uno aprende a amar, porque son vida y son mujer.

Por eso, gracias, a esas mujeres, a las que vienen luego de ellas a las que serán después; forjan a nuestro país, forjan un mundo mejor, ayúdenlas, apóyenlas, háganlas crecer.

Seamos mujeres contribuyendo a que otras chicas lo sean más, hoy, mañana y siempre.

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