domingo, 24 de marzo de 2019

"Usted no sabe cómo me trataba" (Mujeres Asesinas, México S03E03)

"-Te hace falta tomar el sol, 
estás muy pálida vieja... órale, 
vístete y ayúdame a cargar 
la camioneta."

Azucena liberada


El defecto grande de este capítulo: creer que nos vamos a creer que Zuria Vega es de ascendencia oaxaqueña o en sí de alguno de estos pueblos del sur del país donde todavía estos usos y costumbres son vigentes, y que tiene 18 años, ¿en serio?... pero bueno, está bien, vamos a fingir que no nos fijamos en eso y nos vamos directo a la historia del capítulo como tal; hay que decir que las ambientaciones son muy buenas, las casas, el área en que está filmado es genial, la producción se fue hasta un área rural del sur del país para lograr las tomas como deben de ser, y una vez planteado eso, pues entonces ahora sí, podemos irnos al capítulo.


La historia es como muchas que pasan en el sur de nuestro país, en estados como Oaxaca, Chiapas o Guerrero, Azucena (Zuria Vega), es la única nieta de un señor bastante interesante (Sergio Corona), que no tiene ya otra cosa más que a esa nieta a la que acusa de muchas cosas, y bueno, dicen que los bienes son para remediar los males y como Azucena le da mucho bien cuidándolo, velando por su salud, cocinándole y haciendo casa, pues no es raro que acabe vendiéndola a un amigo suyo que casi casi es de su edad; así en menos de lo que canta un gallo, Azucena está casada con Gregorio (Rafael Inclán), un vejete que se dedica a comprar y vender cosas, que le paga a don Hilario, su suegro, algo de dinero y una mula a cambio de la nieta, a la que no nada más viola en cuanto llegan a su casa, sino que además golpea al menor indicio de rebeldía, con unas golpizas marca diablo que no la matan por puro milagro.

Nada más embarazarse, Azucena busca ir al doctor y como no le avisa al marido porque no la dejaba salir (porque para colmo es un celoso de los peores), acaba molida a palos y perdiendo a su bebé, así la agonía comienza a acrecentarse y la desesperación se va apoderando de la pobre muchacha; abusada constantemente y golpeada a cada que le da la gana al misógino del marido, Azucena está convencida de que su flamante esposo la acabará matando de un momento a otro, así que vive con la angustia encima. Tras una serie de encuentros desafortunados: ver a su primer novio en el mercado, donde Gregorio se da cuenta de las miradas tristes que se lanzaban, y una escapada con sus amigas para tomarse una cerveza y un pedazo de pastel para festejar su cumpleaños, la pobre de Azucena ya siente el machete junto a la cabeza y antes de que el marido acabe matándola, decide tomar la ventaja.

Sí, el capítulo narra la vida de una mujer maltratada, humillada, abusada y golpeada constantemente, a la que su esposo deja encerrada en una desvencijada casa de madera todo el día para que no se escape, y que acaba defendiéndose de su marido a punta de palos en una suerte de "tu vida o la mía"; aunque en un principio Azucena es una mujer optimista y radiante, poco a poco la situación en la que se encuentra acaba con su ingenuidad e inocencia y sí, con su alegría, dejándola reducida a un despojo de lo que era.

Para cuando se llega el final del capítulo, Azucena presa de la presión que ejerce Gregorio sobre ella acaba matándolo, pero sí, lo que es un crimen en defensa propia cuando él la amenazara con matarla a punta de machetazos, como si los cinturonazos que ya le daba no fueran suficientes, pero no queda hasta ahí, la joven se transforma en otra cosa cuando enfurecida decide ir a vengarse del causante original de su pena: su abuelo; sin más ni más, golpeada y asustada va a visitar a su abuelo, al que encuentra "muy malo de la diabetes", en algo que quizá para los demás podría parecer un homicidio con alevosía y ventaja, pero que para otros más pareciera también un intento por hacerse algo de justicia o quizá hasta venganza. 

Azucena sale de la casa donde mata para defenderse y se dirige a la casa donde su abuelo la espera y no lo mata con suavidad, no, sino que sabiendo algo que ya le habían advertido, le suministra una alta dosis de insulina, procurando que no pueda así volver a decirle algo, volver a torturarla, humillarla como siempre hacía; el primer asesinato es en clara defensa propia, pero el segundo es un acto más de venganza que otra cosa. Azucena comprende que ella cometió una injusticia al matar a su abuelo, porque el verdadero causante de su agonía es otro, al que acude a asesinar después; las actuaciones son decentes, no es para tanto criticarlas con dureza, quizá sólo el cómo se va manejando lo del DIEM, que como siempre, viene sobrando, aunque sí, a lo mejor a alguien se le ocurre que son una mejor forma de fortalecer el episodio.

Cuando hablamos del tema de los usos y costumbres en México, tenemos que ser muy cuidadosos, porque en efecto, son cosas que hasta hoy siguen pesando en nuestro país, son cosas que día con día mancillan los derechos humanos de cientos de personas en nuestra nación; hoy todavía existen pueblos en que una mujer puede ser vendida o comprada a cambio de una vaca, dos chivas, unos costales de frijol o qué sé yo, lo que se tenga a mano, son costumbres sí, pero son también formas de seguir dejando en claro que la violencia de género va más allá de no dejar a una mujer ascender en un empleo.

En México, la misoginia y la desigualdad de género son un problema de todos los días, el prejuicio se combina peligrosamente con la inestabilidad económica, social y física y repercute en el desarrollo de nuestra sociedad; así que bueno, el capítulo lo dejo con un merecido 9.4, espero que lo vean y si tienen oportunidad vengan a platicarme su opinión, que no todo es lo que yo digo y les agradeceré su punto de vista.

Hasta entonces, nos vemos en el que sigue.

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