y no bárbaros hombres inhumanos
si Dios ayuda nuestro justo celo
¿qué nos ha de costar?"
Fuenteovejuna, Acto III, Lope de Vega
La primera vez que se enfrenta uno a un hecho reprobable de su país, en carne propia o de oídas,como luego decimos, la sangre se nos revuelve en las venas y amenaza con hacerse espumosa y batida; recuerdo mi infancia como llena de muchos buenos momentos con mi madre, a ella, por su trabajo y cercanía con el sector docente del país, siempre le gustó leer mucho y enterarse de cuanto pasaba, así mismo, mi padre, normalista rural, tenía una formación luchona, socialista, encaminado a la batalla social. Así que cuando empecé a comprender lo que pasaba a mi alrededor, también empecé a enfrentar una realidad nacional sustentada en un pasado fracturado y ominoso, los eventos de San Miguel Canoa entran aquí; todavía me parece oír la voz de mi madre que me mandaba a dormir temprano mientras ella se quedaba viendo películas como Rojo Amanecer, Canoa, El apando...
Recuerdo que me pedía que me fuera a dormir porque son películas fuertes, a veces me negaba a irme y me acurrucaba contra ella, alcanzando a ver sólo partes de esas películas; recuerdo su mano acariciando mi pelo hasta quedarme dormida, mientras escuchaba a los hermanos Bichir hablar de rebelión, de mal gobierno, de lucha... creo que por eso me golpeó tanto crecer y saber lo que pasaba en esas historias, los finales que esas películas tenían. Lo fuerte es despertar a una realidad agreste, violenta, homicida...
Canoa: memoria de un hecho vergonzoso, es una de las tres películas de Felipe Cazals sobre hechos históricos mexicanos que marcaron al país, junto con Las Poquianchis y El apando, todas filmadas entre 1975 y 76, forman una trilogía de gran peso en el cine nacional; ubicada en el puesto 14 de las 100 mejores películas del cine mexicano, Canoa, narra la noche de violencia del 14 de septiembre de 1968, cuando cinco empleados de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se lanzan de acampada al cerro de La Malinche, cerca del pueblo de San Miguel Canoa. Filmada en 1975, con un elenco integrado por Roberto Sosa, Enrique Lucero, Manuel Ojeda, Alicia del Lago, Salvador Sánchez, entre otros, toma los paisajes propios del lugar en que ocurrieron los hechos y refleja en un formato casi documental, lo que hasta el día de hoy, debe dejarnos pensando.
Así pues, un día como hoy pero de 1968, estos cinco muchachos deciden ir a La Malinche, un cerro con fama de ser bueno para escalar, el inicio de la película parece más bien formar parte de un documental, con un personaje rural que se mueve por diferentes zonas del pueblo, hablando de la forma de vida de su población, la lengua que hablan, lo que cultiva, yendo poco a poco pintándonos una comunidad sensible, ignorante y que por esos días cayó en manos de un sacerdote tendiente al fanatismo que fue en gran medida el principal responsable de la tragedia; hablamos de un México hundido en incertidumbre, las Olimpiadas están por comenzar, los jóvenes de Ciudad de México están organizados en el Movimiento Estudiantil más grande de la historia de la nación y a estos cinco muchachos que saben de todo, que se mueven en ambientes académicos pero por el lado laboral, se les ocurre irse da acampada, cumpliendo así con la frase aquella: estar en el lugar y momento equivocados.
En un principio el plan parece funcionar y logran tomar el autobús rumbo al cerro, pero ya llegando al último pueblo, se dan cuenta que la lluvia no los va a dejar avanzar; en San Miguel Canoa, el sacerdote está obsesionado con la idea de los comunistas que quieren destruir la religión en el país, que quieren poner banderas rojinegras e inexplicablemente, está aferrado a la idea de que el principal objetivo de esas fuerzas malévolas que agitan al país, es asesinarlo. Bajo esa idea, programa a los pobladores de Canoa para defenderlo, porque defenderlo a él es defender su fe y Dios permite cualquier cosa con tal de proteger la religión; los cinco muchachos solicitan asilo de la lluvia primero en la iglesia y les es negado, luego buscan al delegado e incluso aceptan quedarse a dormir en la cárcel, pero son rechazados, así, el drama se aproxima sobre ellos, provocado por su juvenil inocencia, su error de mencionar que "vienen de la universidad" y los prejuicios que ya de por sí, había en su contra.
Cuando una familia se ofrece a darles asilo, se desata la hecatombe: el hombre que los recibe es conocido en el pueblo por rebelde, se niega a entregar la totalidad de sus tierras al párroco, paga sus cuotas pero lucha porque sean justas, recibe en su casa a gente que no es del partido con el que el sacerdote congenia e incluso, emite comentarios de izquierda y es abiertamente insurgente; esto sólo acaba por empeorar la situación, que pronto pasa los límites de una mera agresión, hasta volverse un linchamiento. La gran mayoría del pueblo en pleno, acude a casa de Don Lucas armados con palos, machetes y antorchas, a la fuerza rompen la puerta y tras asesinar al dueño de la casa a machetazos, se llevan a los muchachos que a lo largo del camino rumbo a la iglesia, empiezan a hacerse menos.
A gritos de amenaza contra los comunistas y ateos, la gente causa todo tipo de daño sobre aquellos jóvenes cuerpos y de no ser porque uno de los de la casa de Lucas logra huir y dar aviso a las autoridades, habrían acabado por matarlos a todos; la indignación no le cabe a uno en el cuerpo cuando vemos las excusas y mentiras que dice el sacerdote para salir del paso y no asumir su responsabilidad, el final de la película es una vuelta cruda a la normalidad, esa normalidad en la que parece no haber ocurrido nada, todo se remedia dejando aplacarse las cosas con la fuerza del tiempo o bien, tapándolas con otra tragedia.
Los eventos de Canoa quedan opacados por lo que pasa en Ciudad de México, las consecuencias de Tlatelolco 68 acaban por desaparecer la ominosa realidad de Puebla, acabando así por enterrar la tragedia que esta película se ocupa en revivir; en un día como hoy que vuelve a nosotros la fecha y se nos permite el recuerdo, quizá la mejor forma de enfrentar esos sucesos históricos es acercándonos a su esencia social, viéndolos con los ojos con que los vemos los niños asombrados o las mujeres de casa como mi madre o el maestro rural como mi padre: con horror y rabia.
Dicen por México 68 que ni perdón, ni olvido... por Canoa debería ser lo mismo, ni perdón ni olvido, pero sobre todo tener la responsabilidad social de intentar que eventos como este no vuelvan a ocurrir, que homicidios por ignorancia se acaben, que violencia por militancia o por creencia religiosa no sean sucesos que ocurran con regularidad, sino casos aislados, eventos imposibles. Canoa no debe repetirse y para ello debe buscarse la difusión del hecho, de esta película y con ello, el conocimiento de lo que puede provocar una idea errónea y una creencia mal encaminada.
A esta película le doy un 9.8, les invito a verla, no se van a arrepentir.
Recuerdo que me pedía que me fuera a dormir porque son películas fuertes, a veces me negaba a irme y me acurrucaba contra ella, alcanzando a ver sólo partes de esas películas; recuerdo su mano acariciando mi pelo hasta quedarme dormida, mientras escuchaba a los hermanos Bichir hablar de rebelión, de mal gobierno, de lucha... creo que por eso me golpeó tanto crecer y saber lo que pasaba en esas historias, los finales que esas películas tenían. Lo fuerte es despertar a una realidad agreste, violenta, homicida...
Canoa: memoria de un hecho vergonzoso, es una de las tres películas de Felipe Cazals sobre hechos históricos mexicanos que marcaron al país, junto con Las Poquianchis y El apando, todas filmadas entre 1975 y 76, forman una trilogía de gran peso en el cine nacional; ubicada en el puesto 14 de las 100 mejores películas del cine mexicano, Canoa, narra la noche de violencia del 14 de septiembre de 1968, cuando cinco empleados de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se lanzan de acampada al cerro de La Malinche, cerca del pueblo de San Miguel Canoa. Filmada en 1975, con un elenco integrado por Roberto Sosa, Enrique Lucero, Manuel Ojeda, Alicia del Lago, Salvador Sánchez, entre otros, toma los paisajes propios del lugar en que ocurrieron los hechos y refleja en un formato casi documental, lo que hasta el día de hoy, debe dejarnos pensando.
Así pues, un día como hoy pero de 1968, estos cinco muchachos deciden ir a La Malinche, un cerro con fama de ser bueno para escalar, el inicio de la película parece más bien formar parte de un documental, con un personaje rural que se mueve por diferentes zonas del pueblo, hablando de la forma de vida de su población, la lengua que hablan, lo que cultiva, yendo poco a poco pintándonos una comunidad sensible, ignorante y que por esos días cayó en manos de un sacerdote tendiente al fanatismo que fue en gran medida el principal responsable de la tragedia; hablamos de un México hundido en incertidumbre, las Olimpiadas están por comenzar, los jóvenes de Ciudad de México están organizados en el Movimiento Estudiantil más grande de la historia de la nación y a estos cinco muchachos que saben de todo, que se mueven en ambientes académicos pero por el lado laboral, se les ocurre irse da acampada, cumpliendo así con la frase aquella: estar en el lugar y momento equivocados.
En un principio el plan parece funcionar y logran tomar el autobús rumbo al cerro, pero ya llegando al último pueblo, se dan cuenta que la lluvia no los va a dejar avanzar; en San Miguel Canoa, el sacerdote está obsesionado con la idea de los comunistas que quieren destruir la religión en el país, que quieren poner banderas rojinegras e inexplicablemente, está aferrado a la idea de que el principal objetivo de esas fuerzas malévolas que agitan al país, es asesinarlo. Bajo esa idea, programa a los pobladores de Canoa para defenderlo, porque defenderlo a él es defender su fe y Dios permite cualquier cosa con tal de proteger la religión; los cinco muchachos solicitan asilo de la lluvia primero en la iglesia y les es negado, luego buscan al delegado e incluso aceptan quedarse a dormir en la cárcel, pero son rechazados, así, el drama se aproxima sobre ellos, provocado por su juvenil inocencia, su error de mencionar que "vienen de la universidad" y los prejuicios que ya de por sí, había en su contra.
Cuando una familia se ofrece a darles asilo, se desata la hecatombe: el hombre que los recibe es conocido en el pueblo por rebelde, se niega a entregar la totalidad de sus tierras al párroco, paga sus cuotas pero lucha porque sean justas, recibe en su casa a gente que no es del partido con el que el sacerdote congenia e incluso, emite comentarios de izquierda y es abiertamente insurgente; esto sólo acaba por empeorar la situación, que pronto pasa los límites de una mera agresión, hasta volverse un linchamiento. La gran mayoría del pueblo en pleno, acude a casa de Don Lucas armados con palos, machetes y antorchas, a la fuerza rompen la puerta y tras asesinar al dueño de la casa a machetazos, se llevan a los muchachos que a lo largo del camino rumbo a la iglesia, empiezan a hacerse menos.
A gritos de amenaza contra los comunistas y ateos, la gente causa todo tipo de daño sobre aquellos jóvenes cuerpos y de no ser porque uno de los de la casa de Lucas logra huir y dar aviso a las autoridades, habrían acabado por matarlos a todos; la indignación no le cabe a uno en el cuerpo cuando vemos las excusas y mentiras que dice el sacerdote para salir del paso y no asumir su responsabilidad, el final de la película es una vuelta cruda a la normalidad, esa normalidad en la que parece no haber ocurrido nada, todo se remedia dejando aplacarse las cosas con la fuerza del tiempo o bien, tapándolas con otra tragedia.
Los eventos de Canoa quedan opacados por lo que pasa en Ciudad de México, las consecuencias de Tlatelolco 68 acaban por desaparecer la ominosa realidad de Puebla, acabando así por enterrar la tragedia que esta película se ocupa en revivir; en un día como hoy que vuelve a nosotros la fecha y se nos permite el recuerdo, quizá la mejor forma de enfrentar esos sucesos históricos es acercándonos a su esencia social, viéndolos con los ojos con que los vemos los niños asombrados o las mujeres de casa como mi madre o el maestro rural como mi padre: con horror y rabia.
Dicen por México 68 que ni perdón, ni olvido... por Canoa debería ser lo mismo, ni perdón ni olvido, pero sobre todo tener la responsabilidad social de intentar que eventos como este no vuelvan a ocurrir, que homicidios por ignorancia se acaben, que violencia por militancia o por creencia religiosa no sean sucesos que ocurran con regularidad, sino casos aislados, eventos imposibles. Canoa no debe repetirse y para ello debe buscarse la difusión del hecho, de esta película y con ello, el conocimiento de lo que puede provocar una idea errónea y una creencia mal encaminada.
A esta película le doy un 9.8, les invito a verla, no se van a arrepentir.
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