sábado, 16 de septiembre de 2017

Los lapices siguen escribiendo... (Reseña de "La noche de los lapices")




"Los protagonistas de las revoluciones son los pueblos, no los hombres..."

No sé porqué, pero septiembre es bien bélico, creo que en muchos países de América se festeja en estas fechas independencias, pero también tanto septiembre como octubre, guardan relación con algún levantamiento social o político; el día de hoy les traigo el comentario a una película que descubrí hace relativamente poco y de cuyo hecho histórico me ha dado por ponerme a investigar, sin embargo, no hablaré de nada más allá de la cinta en sí, para que nos quedemos a nivel de la película solamente. 

La noche de los lapices, película argentina de 1986, dirigida por Hector Olivera, protagonizada por Alejo García Pintos, Vita Escardó, Pablo Novak entre otros, está basada en La Noche de los Lápices (libro y obra teatral) de María Seoane y Héctor Ruiz Nuñez; la película retrata lo ocurrido de 1976 a 1980, cuando un grupo de jóvenes con inclinaciones luchadoras sociales, deciden abogar por sus compañeros de secundario y reclamar la creación del boleto estudiantil, un método por el que los jóvenes estudiantes podían aspirar a un descuento en las tarifas de transporte; lo que en un principio es un movimiento con intenciones puramente altruistas y de superación para los jóvenes de La Plata, hacia el término de la cinta se vuelve una cacería de brujas que acaba con la desaparición forzada de un grupo de chicos que, aparentemente, no tenían malas intenciones.


De esta forma los líderes estudiantiles María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, Claudia Falcone, Claudio de Acha, Daniel Racero, Horacio Húngaro y Francisco López Muntaner, fueron sometidos a torturas y encarcelados por largos períodos de tiempo, de los que apenas uno de ellos habría de sobrevivir; la película refleja el desarrollo de esta desaparición forzada con una puntualidad que eriza la piel, con referencias que hacen que nos dé una náusea, se va tejiendo el drama que es el que un montón de chiquillos, sin apenas nociones de guerrilla, busque conseguir lo que los adultos no lograrían en años. 

Adultos temerosos que piensan que puede más la voz de un muchacho, que el arma que portan oculta en el cinturón.

Comenzamos con un montón de alumnos que discuten sobre pelear o no el boleto estudiantil, un derecho que les permite ahorrarse dinero y mejorar su condición económica y la de sus familias, cuando la decisión está tomada y se lanzan en picado sobre un levantamiento pacífico, es entonces que empiezan a ser observados y monitoreados; un golpe de estado hace que lo que había sido una victoria cuando recuperan el boleto estudiantil luego de sus marchas, genera que la situación se ponga más tensa, más peligrosa. Los padres les sugieren que se alejen del movimiento y dejen de reunirse, algunos bien posicionados entre la política y los oficiales de policía se percatan antes que muchos del peligro en que están los muchachos, pero estos, jóvenes e inexpertos, no hacen caso y siguen reuniéndose en un país y bajo un gobierno para el que incluso la más inocente de las tardeadas es subversiva.

Una noche de septiembre sin que se sepa cómo o porqué, son invadidas a altas horas de la noche las casas, golpeando familiares, hermanos, padres, se llevan a los muchachos por la fuerza en operativos que nada tenían que ver con formas de represión pacífica o legales, sin más, han desaparecido muchos del grupo y Pablo Díaz se encuentra solo, temeroso escondiéndose con amigos o donde puede; al cabo de muchos días, sus padres lo convencen de regresar a su casa, de que no debe tener miedo porque nada malo ha hecho, y así, el joven esperanzado que se deja convencer de que estando en su casa, bajo el techo de su familia no le pasará nada, es secuestrado con lujo de violencia.

Podemos ver lo que fue la violenta tortura de la última dictadura argentina, los choques eléctricos, la tortura psicológica, el acoso, el abuso sexual, los golpes, la violencia; Pablo pasa de detención en detención primero con un montón de gente sentado en un cuarto donde no puede ni recargarse en la pared, luego en celdas apretujadas y húmedas, al cabo de unas semanas y de muchos interrogatorios que no puede contestar porque sólo le preguntan cosas que no sabe, supuestos del gobierno paranoico, acaba en unas celdas en compañía de sus condiscípulos, María Clara, Claudia, Horacio, todos ellos están ahí y pronto empiezan de nuevo a conversar, al verse juntos comparten la soledad de sus celdas, la crueldad de su encierro, escuchan y comparten la frustrante realidad de los abusos, los castigos, las violaciones.



Pablo deja en claro día con día su predilección por Claudia, su creciente amor demostrado en conversaciones bobas, detalles simples como oírla cantar y cantar con ella, prometerle salidas cuando dejen el encierro, pedirle incluso que sea su novia, aún cuando ella se niega porque le pesa todo lo que le ha pasado, todo lo que le han hecho; los gritos de sus compañeros, la promesa vacía de Pablo de que todos saldrían como él, quedó en eso, en un grito desagarrado de un joven que salió de un encierro casi eterno a meterse en otro de cuatro años.

De sus compañeros secuestrados no volvió a saberse nada y al día de hoy se les sigue catalogando como desaparecidos... El Pozo de Banfield, sitio al que llevaron presos a los muchachos y último sitio en que Pablo supo de Claudia y el resto de sus compañeros, es hoy memoria fiel de lo acontecido; independientemente de lo que realizaran o no los jóvenes, de sus posturas políticas o ideologías, lo cierto es que hablamos de una catástrofe social, de un crimen contra la juventud en todas sus letras.



A esta película le doy un merecido 9.7, creo que deberíamos todos conocerla, disfrutarla, pero sobre todo analizarla, entender lo que llevó a que estos sucesos ocurrieran y lo que hoy hacemos para que eso cambie; para que en cada país de latino américa no vuelvan a repetirse estos aberrantes sucesos, tenemos que saberlos, tenemos que conocer lo que los desencadenó y tratar, con el tiempo y el aprendizaje, de evitar volver a seguir esos mismos pasos.

Para estos hechos, como los que han ocurrido en México: Ni perdón, ni olvido.

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