Decía en muchos pasajes de uno de mis libros favoritos, Mujercitas la inolvidable Jo March, que el reto de toda persona es dominarse a sí mismo, en eso debemos enfocarnos siempre, primero en conocernos, en saber el cómo somos, el qué queremos y luego, poco a poco, ir aprendiendo a dominar nuestro carácter, a hacer del diálogo la forma en que resolvamos problemas, a encontrar en el autoconocimiento y en el autocontrol, la mejor forma de amar a los otros y a nosotros mismos; en muchas ocasiones uno se desconoce más cuando ama, que en cualquier otro momento de la vida, porque amar abre ventanas internas que no conocemos, amar desata instintos y emociones que ni siquiera sabíamos que podíamos alojar...
Pero, cuando la persona que amamos nos contraria, cuando la emoción no es correspondida o termina, aquello que se conoció recién, aquello que es nuevo, tiene que volver a encerrarse... y ahí viene este bello poema de José Martí.
Dentro de cada uno de nosotros existe una bestia de emociones que lucha por liberarse, que intenta cruzar sus límites, pero que dominamos, para bien de nosotros y lo que sentimos, para bien de a quien amamos y lo que siente... Qué mejor que frenar a la bestia, qué mejor que controlar al animal de adentro, para lograr así calmar al de afuera.
Dentro de mí
Dentro de mí hay un león enfrenado:
De mi corazón he labrado sus riendas:
Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
Me pareció bien enfrenar a la fiera.
Antes, cual la llama que en la estera prende,
Mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
Como del león generoso en la selva
La fiebre se enciende; lo ciega y se calma.
Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
Y al juicio he subido en el león a caballo:
La furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.
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