viernes, 11 de septiembre de 2015

Poesía: ... es sólo este lugar donde estuviste...

Me gusta traerles de vez en cuando poemas, sobre todo esos que han marcado de alguna forma mi vida, el poema de hoy es de Jaime Sabines, sí, del chiapaneco... me encanta ese poema... y hoy... hoy la Osezna necesita poesía...

Cuando me enamoré una persona a quien sigo en twitter lo publicó, sentí justo que me quedaba, como anillo al dedo y me conmovió tantísimo, que causó que cambiara mi nombre en esa red social, por eso es que no uso el nombre Makoto Black, sino Brazos Tercos... porque fue como leer exactamente lo que me había ocurrido y lo que me ocurre y ocurrirá siempre... como una visión del futuro, como una sentencia y una salvación.

Desde el principio, se lo dediqué a mi amor y me cambié el nombre porque nunca me he sentido tan identificada con algo... no sé cuántas veces te dije que tenía los brazos muy tercos... y acabé por acostumbrarte a ello...


Pronto mis brazos y los tuyos se volvieron tercos, pronto era un mal compartido y por eso se me arraigó más; también por eso lo comparto acá, porque sé que habrá alguien que lo lea y sienta lo mismo, esa misma conexión con las palabras que cimbraron el alma del autor y que nos compartió para que supiéramos su sentimiento... sin saber él que alguien, acá afuera, iba a sentir lo mismo también y le iba a agradecer que lo dijera, porque sólo así se siente más claro y se ve mucho mejor.

Por eso traigo el poema, porque nunca me canso, no se me cansan... siempre quieren abrazarte... siempre serán tus Brazos Tercos.

No es nada de tu cuerpo
Jaime Sabines



No es nada de tu cuerpo 

ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, 

ni ese lugar secreto que los dos conocemos, 

fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. 

No es tu boca -tu boca 

que es igual que tu sexo-, 

ni la reunión exacta de tus pechos, 

ni tu espalda dulcísima y suave, 

ni tu ombligo en que bebo. 

Ni son tus muslos duros como el día, 
ni tus rodillas de marfil al fuego, 
ni tus pies diminutos y sangrantes, 
ni tu olor, ni tu pelo. 
No es tu mirada -¿qué es una mirada?- 
triste luz descarriada, paz sin dueño, 
ni el álbum de tu oído, ni tus voces, 
ni las ojeras que te deja el sueño. 
Ni es tu lengua de víbora tampoco, 
flecha de avispas en el aire ciego, 
ni la humedad caliente de tu asfixia 
que sostiene tu beso. 
No es nada de tu cuerpo, 
ni una brizna, ni un pétalo, 
ni una gota, ni un grano, ni un momento. 



Es sólo este lugar donde estuviste, 

estos mis brazos tercos.







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