martes, 7 de febrero de 2017

Mentadas: "Es mucha pendejada que un indígena quiera salir adelante"

Imagínense ser de una comunidad pobre, en una familia numerosísima, hablar lengua indígena y quererse superar, con prácticamente nada de dinero, pensando constantemente en que lo que se gasta en estudios podría ocuparse en ayudar a la familia; imagínense que se tiene hambre de crecer, de mejorar, de encontrar un mejor trabajo y ser alguien en la vida más allá de solamente un campesino, un agricultor, e intentarlo. Y que no los dejen.

Lamentablemente no es algo poco común en México, en nuestro país pese a que la mayoría somos mestizos y muy pocos conservan rasgos o ascendencia del todo pura (vamos, me refiero a los pocos restos españoles que quedan), la discriminación a las culturas y raza indígena es el pan nuestro de cada día; no es de extrañarse entonces que en tiendas, restaurantes, eventos sociales y demás, la gente vea de forma diferente a alguien que tenga rasgos autóctonos. Ya por ahí había hecho yo una nota hace unos años de un evento de discriminación similar, en que impidieron la entrada de una persona de ascendencia indígena a un establecimiento sólo porque lucía diferente, además se pusieron en plan de "aquí no se venden chicles"... así de ojetes, sí señor.



El asunto es que ya hace un par de años, me encontré con el caso que voy a comentarles, del cual no pienso añadir muchos datos, porque me gustaría que fueran a la fuente principal de información, de la que voy a dejarles en link, pero sí quisiera expresar un poco mi opinión; resulta que este era un joven indígena que pudo ingresar a una Universidad y que con mucho esfuerzo y dedicación, fue medio abriéndose camino, cosa no sencilla cuando la lengua materna del chico no era el español. Con esfuerzo, con pesares, este muchacho se integró a sus clases y empezó a convivir con compañeros y maestros, pero la cosa no puede ser fácil, ¿verdad?; empezaron por ponerle trabas sobre los pagos de la escuela, luego el idioma, los trabajos, su falta de presentación y sí, la calidad de los mismos.

Poco a poco se le fue mermando y finalmente, obligado por la situación económica, tuvo que aceptar un trabajo ahí mismo en la universidad, dentro de una de las cafeterías, un trabajo que lejos de serle de utilidad acabó por sumarse a sus muchas cargas, cuando su empleador le exigía tiempos extras, le señalaba por su raza y le presionaba; vimos en ese caso, muy poco mencionado en medios de difusión nacional, uno de los sucesos de discriminación más marcados y vergonzosos de nuestro país, no sólo evidenciaba a la clase trabajadora como cerrada y cruel, sino también al mundo académico y a los falsos eruditos de la educación, esos que hacen doctorados y presumen puestos de poder, de alcurnia académica y resultan ser seres humanos de cero a la izquierda, con baja moral y peor consciencia social y cultural.


Así que la pregunta de hoy, la de hoy luego de casos como estos que comento, no debe ser qué tan racista y discriminador es el mexicano, sino creo que más bien nos queda perfecto preguntarnos: ¿con qué cara vamos a ver mal las acciones de Trump al echar a nuestros compatriotas, si nosotros mismos, en casa, no "cantamos mal las rancheras"?

Es cosa para pensarle, ¿no creen?


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