miércoles, 2 de abril de 2014

Probadita...


En principio esto era un diario y un diario debe guardar todo aquello que uno se propone, los planes, las recapitulaciones, los deseos, las memorias y los vistazos al pasado; de esta forma es que por rara ocasión, me doy a la tarea de hablarles un poco de lo que tengo en miras, proyectos que les mencioné en mi nota de inicio de año y que hoy vendría muy bien mencionar ampliamente. Uno de esos proyectos, es mi deseo y mi intención, de empezar a producir literariamente digamos de una forma más profesional, más en serio, pero sobretodo, más para difundirme.


Pues resulta que ando escribiendo una novela, sí, oyeron bien, una novela en miras a crecer; de momento es una historia solitaria que va germinando de mi pluma, que tiene tintes de fantasía y más que nada, de acción. La temática es una de las cosas que más me divierte, así que no esperen una novela erudita o mucho más, porque la verdad es que sólo quiero sacar una trama que traigo entre ceja y ceja y que quizá pudiera gustarles.

Hace algunos meses, surgió un cuento sobre zombies que compartí con alguien muy especial, en su momento fue complicado que le diéramos forma y nos pusiéramos a trabajarlo, así que al final el cuento se quedó sólo en el tintero; hoy les muestro un fragmento de él porque es precisamente de ese corte del que estoy escribiendo en mi actual proyecto de novela... una probadita no hace mal a nadie y quizá, les siembre la duda (y se unen ya al reducido grupo de personas que me hacen presión para que acabe la novela XD).

He aquí pues, el cuento del que nació mi proyecto en crecimiento:

(ADVERTENCIA: el presente cuento no tiene trabajo alguno, es un pequeño surgido tal cual de la pluma, por tanto el nene no tiene modales ni sabe de buena educación; en caso de que se sentase a su lado a la mesa y le salpicara con la sopa de su plato, ruego le tenga la consideración oportuna)



CUENTO 1 (Fragmento)
 
"Temblaba tanto que bien podría estar sufriendo una convulsión, tenía el rostro empapado de gotillas pegajosas que le trazaban líneas frágiles descendiendo poco a poco, agotadas como sus piernas; se habían metido para refugiarse en el peor lugar de todos: un antro con la música estruendosa a todo lo que da. Su mirada nerviosa y aterrada repasaba el lugar: todo sombras, luces de colores, letras de neón e insipiente humo, era la discoteca abandonada por la crisis, por el miedo; su pecho subía y bajaba y la garganta le escocía desgarrada por la carrera, la sed y el desconsuelo, pero la mano que tenía presa entre la suya se sentía tan helada que le quitaba la importancia a todas las demás sensaciones que le llenaban.

            Volvió la mirada apenas un poco para cerciorarse de que estaba ahí, junto a él y cuando distinguió sus ojos grandes y oscuros poblados de lagrimillas de cansancio, se sintió casi e irónicamente aliviado; apretó los dedos muy fuerte y se llevó la pequeña mano a los labios, unos labios secos, agrietados, ardientes de fatiga. Ella le correspondió pegándose a su cuerpo, ahogando un gemido al sentirse cerca de él, más segura que lo que se sentiría de llevar una armadura, un yelmo y unas cuantas escopetas bien cargadas; tuvo que suspirar, sentir su tibieza a su lado le causaba una tremenda ansiedad, una ansiedad que sin embargo, no ahogaba el miedo, el pavor incontrolable de que alguien, llamado por la música y las luces, entrara ahí. Alguien… o algo.



          -Tenemos que movernos… hay que salir de aquí, la música podría llamarlos. –Murmuró sintiendo cómo se le partía la boca, de tan seca, los labios se le abrían como gajos de naranja; el sabor de la sangre le impregnó la boca, ella asintió entre sollozos.

            Sin soltarla ni un instante avanzó lento por entre las mesas derribadas, en el piso cerca de la barra un montón de botellas de licor yacían como esperando a ser bebidas, pero ahora ya a nadie le interesaba una copa, otras, resignadas y tristes se entregaban a la lánguida sed del suelo; él optó por tomar la más pequeña que encontró a su paso y se la dio a ella, que con una mano resbalosa de sudor la metió entre titubeos y miradas nerviosas en el bolso de mano que llevaba arrastrando; caminaban encorvados, como si estuvieran desplazándose por un túnel demasiado bajo, contenían la respiración cada vez que pasaban cerca de una sombra, él alzando un poco la mano en que sostenía un martillo y ella cubriéndose instintivamente el pecho con el brazo que los unía.

            No habría sabido decir hacia dónde se dirigían o qué buscaban, sólo estaba seguro que tenían que moverse de ese lugar; cuando salieron al pasillo se encontraron con una escalera de tubular, dos escalones más arriba, una mujer les contemplaba con la mirada corrosiva y congelada de la muerte, tenía los ojos abiertos como un libro que ha durado mucho tiempo en la misma página, la boca estaba abierta y aún brotaba de ella un hilillo salivoso de sangre rosada. Ella se sacudió al verla, no se acostumbraba todavía a contemplar esos espectáculos y él, se humedeció los labios resecos con la lengua y miró a todos lados, como para confirmar que nadie fuera a ver lo que iba a hacer; la soltó con suavidad, empujándola con una mirada hacia el muro donde se acurrucó, luego fue con el martillo levantado hacia el cadáver aquel, la mujer no se movía, ni daba señales de verlo, pero él bien que sabía que eso no aseguraba nada.

            La sangre de la boca le había escurrido cuello abajo y la de los lagrimales se le había secado en las mejillas como surcos arenosos, la de los oídos sin embargo, se había quedado coagulada, como tapones para que no escuchara lo que pasaba a su alrededor; con la punta del zapato, le dio un golpecito inocente en el pie, esperando quizá que se levantara y lo mirara hambrienta, desesperada, pero no lo hizo, el cuerpo no emitió ningún sonido que pudiera distinguir sobre el esténtor de la música de la sala de baile, tampoco hubo movimiento alguno. No obstante, volvió a humedecerse los labios con la lengua y a tragar saliva duramente, tenía vergüenza, le daba miedo, le dolía.

            Alzó el martillo con tanta fuerza como le fue posible y azotó con la cabeza roma de la herramienta la sien derecha del cuerpo sobre la escalera, el sonido fue como el de partir un coco por mitad, reventarlo dejando salir toda el agua, era un sonido mitad burbujeante, mitad acartonado; el chisporroteo de la sangre le llegó hasta la cara, otra banda de gotitas le empezó a escurrir por la cara y el vomito se le vino a la boca, un vomito que se detuvo cuando escuchó uno idéntico a su espalda. Ella estaba vomitando, un dejo de tristeza le golpeó el pecho: a duras penas había podido hacerla comer dos horas antes, suspiró apesadumbrado; se volvió cuando la escuchó calmarse y le tendió la mano, subieron la escalera con cuidado y al llegar arriba, dieron con una puerta gruesa de madera, que protegía la entrada a lo que en aquellos lugares se llamaba “privado”.
            Entró él primero e inspeccionó, encontrándolo todo vacío, los..."


Y bueno, espero dejarles picados... espero contar con su apoyo cuando el momento llegue; saludos!

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