martes, 24 de marzo de 2020

Descanso al planeta...

Parece una terrible ironía... esta es una entrada sobre las ironías de estos días.

Estamos en cuarentena, o mejor dicho, en un aislamiento voluntario derivado del crecimiento de contagios del COVID-19 en nuestro país, al menos en México pareciera que los contagios se crecen, aunque si me permiten decirlo, a mí me parece que de todas formas no estamos tan mal, claro, vean la fecha de publicación, no sea que en dos semanas a hoy, el país sea una locura; en mi caso debo confesar mis inquietudes, una enfermedad que ataca parejo y que parece ensañarse más con personas "vulnerables" sí me preocupa, mi madre me preocupa, mi abuelo me preocupa... otras personas a las que conozco me preocupan.
Así que yo sí quería que se diera el aislamiento. Aunque mis jefes parecían más inclinados a que eso no ocurriera.


Pero bueno, el asunto es que me ha gustado ver cosas que hacen que uno se sienta... vamos, que pensemos que de entre de los males el menos y que de lo malo, puede surgir algo bueno, en este caso muy bueno; mientras en los países más afectados, como China e Italia se ha dado también la cuarentena y el confinamiento, puedo decir con emoción que ver el descenso evidente y claro de la contaminación en estos espacios es reconfortante. 

La entrada tiene como inspiración un par de videos que les quiero compartir porque los vi en redes sociales estos días y están aquí, insertados en la entrada para que los puedan disfrutar; plazas que en otros tiempos veríamos atestadas de turistas, de gente tomando fotografías o de autos que van y vienen sin parar, estos días de descanso se han visto transitadas por aves, animales de la zona... los canales de la hermosa y reconocida Venecia, otras veces plagados de suciedad y de la turbulencia propia del turismo, ahora están llenos de peces.

Así de simple es el asunto. Un par de días sin humanos y los cisnes salen a los canales acompañados de sus crías para tomar el sol. Así de virulentos somos. Porque hay que decirlo como es, no es una cuestión de chiste, ni de dato curioso, sino algo que puede prestarse a la reflexión; ojalá nos diéramos cuenta de esto, dimensionáramos el asunto y pudiéramos decidir cambiar. ¿Guardarnos una semana al año en nuestras casas para dejar al planeta respirar?, ¿un par de días de claustro para hacer cosas en nuestros hogares mientras ardillas, aves, peces y otros animales se pasean placidamente sin el terror de que los ataquemos?

Sin duda alguna, nosotros somos la amenaza, vean a este delfín paseando en las cercanías de Venecia, un sitio turístico que cada vez más está inundado de personas que ensucian y contaminan de todas las formas; ¿saben lo que muchos visitantes de Venecia opinan de ir a ese lugar?, que no es agradable, luce sucio, huele mal... si eso puede opinar un turista que va a disfrutar del espacio y su historia, imaginen a una pobre especie natural del lugar, que tiene que cargar con el peso de la presencia humana, antinatural y nociva.

Quizá valdría la pena pensar en lo que muchos antes que yo han dicho ya: nosotros somos más virulentos que el COVID-19.

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