sábado, 23 de febrero de 2019

Pre-reseña ROMA

ROMA
Voy a decirles lo que me pasó con Roma, primero que nada, como me enfrente a ella, porque creo que de ello depende lo que voy a decir...


Cuando Pam y yo planeamos nuestro fin de semana asistiendo al Festival Internacional de Cine de Morelia, pensamos que podríamos asistir a verla, eso al menos cuando el plan se consolidó y fue un hecho, luego claro, nos dimos cuenta que la película se iba a exhibir entre semana y eso ya nos dejaba fuera; Pam intentó conseguir boletos para ir al estreno, pero no, a horas de salir a la venta ya estaban agotados y no nos quedó más que esperar...

El trailer de la película era poderoso y decía todo: Roma sólo podía ser vista en cine, así viniera en Netflix envuelta como regalo, no, no... Roma es de cine o no es.

Así que estuve esperando a las exhibiciones en Aguascalientes y no, no conseguí boletos, porque aunque estuve pendiente, no podía estarlo al cien, al final, me sorprendí horrores al ver que mi destino era verla en cine, sí, en mi rancho, en la salita pequeñita a la que nunca había ido porque las buenas películas siempre estaban súper tarde, y así un día, coincidimos en horarios, agarré a mi madre, que bendito sea Dios me sigue en todas mis loqueras del cine y nos fuimos a verla, valiéndonos comida, valiéndonos todo; y sí, en esa salita vimos aquella proyección, algo pixeleada, algo sin definición, imperfecta y con no muy buen sonido.


Y no obstante fue ROMA.

Lloré, sí, me destrozó como pocas películas han logrado hacer, me llenó como pocas más se pueden jactar, esta me encantó porque sobrepasó lo que esperaba de ella y sedujo de forma tan familiarmente íntima a mis sentidos.

ROMA es mía.

A eso se reduce el encanto que algunos (maldita sea, cómo quisiera decir que todos) mexicanos sentimos por esta obra de arte. Lo digo porque ya me pasó, en mi propia casa viví el que alguien me dijera:

¿Y Roma qué?, ¿eso qué?, ¡si no pasa nada!, es chacha y acaba siendo chacha todavía.

Y qué doloroso es oír eso, qué escozor, qué brutal... e incluso eso, es la magia de ROMA.

Cuánto vacío habita en las personas que esperan que en ROMA la "chacha" deje de serlo, me parece que están esperando a que como en María la del Barrio, la pobre marginal pase de eso a millonaria en un santiamén a fuerza de besos con Colunga y lagunas mentales, qué vulgar y que nimio si esperan eso... y lo digo en el buen sentido, vulgar por pensamiento corriente y sin más anhelo o crecimiento y nimio, porque es esperar demasiado poco y conformarse con bastante nada.

ROMA, no obstante es otra cosa, otro tipo de recuerdo, otra memoria; Cuarón retrató su pasado, su infancia y lo hace de una forma bella, lograda, en que el protagonismo no es suyo, él, narrador, él que mira todo, no se da el rol principal, ¡qué madurez artística el reconocerse como mero extra en la historia de alguien más!... eso es ROMA y por eso es tan genial.

Alfonso vino y nos mostró su infancia, tomó la ciudad que ama y la sacudió para llenarla de pasado y lejos de hablarnos del niño que narra sus vidas pasadas, se enfocó en contarnos la tragedia de la nana que lo amó; ROMA es una oportunidad para crecer desde la vida del otro y eso la vuelve imprescindible, para México y para el mundo.


Mañana ROMA se lanza al vacío, sé que triunfará en esta caída, pero si no lo hace, a mí ya me ha regalado parte de esa memoria infinita que es el arte, el cine, el corazón...

Y mi México que fue, es y será siempre maravillosamente hermoso.

¡Aplausos y véanla, ¿qué esperan?!

Ah, y no es esto una reseña como tal... es sólo... una expresión candorosa de alguien a quien le duele el corazón con tanta emoción junta.

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