
Era ya tarde y estábamos esperando en las instalaciones de una secundaria a que nos llamaran para nuestro primer (y último) juego de baloncesto, algunas maestras y compañeras de apoyo, estábamos calentando en la cancha, cuando notamos algo de movimiento en el lugar donde habíamos dejado nuestras cosas, la maestra que las estaba resguardando se levantó de su asiento y vimos que se alejaba del lugar; con anterioridad habíamos escuchado a algunas personas decir que había pasado por el lugar una serpiente, pero no llegamos a verla, pues bien, que la susodicha estaba oculta cerca de nuestro lugar y había escogido ese momento para salir.
Mientras mirábamos a aquel animal moverse serpenteando por el polvo en dirección contraria a donde estábamos, un par de niños se acercaron conmocionados a mirar, nosotros desde una distancia prudente lo hacíamos también; me llamó la atención que uno de los chicos, no pasaría de los 10 años, sujetó una roca y se aproximó a la serpiente que lentamente se alejaba. De inmediato alcé la voz para decirles "Déjenla, ya se va", pero los chicos continuaron acercándose con la roca en mano, mientras el animalito continuaba su camino.

El chico me lanzó la pregunta "¿Por qué?", yo simplemente le contesté, tal vez muy malamente, tal vez cayendo en un absurdo "¿Porqué sí?"... pero es que es verdad, entiendo que él me preguntara qué lo detenía para hacerlo, qué le indicaba que fuera indebida su acción, después de todo, ¿no estaba deshaciéndose de un ser que siempre se ha caracterizado por ser malo? Pero sé que estaba yo en lo correcto, no había necesidad de que fuera asesinado a sangre fría un ser que no estaba causando mal alguno, él iba de paso, simplemente había salido de su guarida para irse a otro sitio.
Y mientras el niño se detenía ante mi cuestionamiento y bajaba su arma, un hombre salido de un costado, un hombre padre de familia acompañado por su esposa e hijos que vieron todo de primer plano, un tipo que observaba con mala cara, lanzó la primera roca contra la serpiente, de tal suerte que le dio en plena cabeza; el niño se unió al ataque y yo me quedé perpleja... de nada sirvió mi intervención, un adulto le dio el visto bueno con su acción al chiquillo y en menos de dos minutos, la pobre víbora se retorcía entre una lluvia de rocas. Un maestro a mi espalda dijo:
Yo no sé para qué la matan, ¿y si fuera la última de su especie?, la habrían matado únicamente porque tuvo la mala suerte de salir cuando estábamos todos aquí.
Y sí, habría tenido la mala suerte de haberse topado con alguien, lo suficientemente sabio para saber que debía matarla... seguramente sus razones tendría... y seguramente serían muy buenas.
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