
Lo más amado de la vida de las personas, suele ser algo que es imposible guardar bajo llave para su protección; es algo que debe estar libre o dejaría de existir. Así pues, parte de saber amar ese objeto, esa persona, ese don de Dios, es aprender a apreciarlo como es; miramos el arco iris con atención, lo valoramos y admiramos, pero nos es imposible echarlo dentro de un saco y guardarlo en el armario para que nadie más lo mire.
Lo que uno más ama, es algo que necesita viento bajo sus alas, arena bajo sus pies, merece sonreír y cantar, merece caerse y aprender a de eso levantarse, a continuar; al mismo tiempo, amar y tener algo preciado es también entender, que no necesariamente es una relación recíproca.

Existe el celo, la angustia y la tristeza, existen todas esas emociones que uno no puede controlar y sumada a esas, existe la aceptación del hecho; y la admiración de aquella persona que ha resultado más merecedora del tesoro de nuestras vidas. Quienes lo han vivido lo saben, estás ante la pantalla de tu vida, viendo aquello a lo que debes felicidad y asumiendo que no eres la suya, estás ahí mirándole y no puedes sino pensar:
¿Quién será tan afortunado para ganar ese corazón?
Esa persona existe y no queda sino motivarle a ganárselo...
Porque sabemos cuánto vale ese corazón... cuán grandioso es...
y que merece la felicidad.
Porque por eso amamos a un corazón hermoso, y un corazón hermoso sólo merece ser feliz.
Ama.
Y punto.
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