
Si se trata de madurez, tenemos mucho que discutir, ¿qué hace a una persona "madura"?; podrían ser sus acciones, su disposición frente a la vida, lo que cree o lo que piensa. Quizá la forma como actúa frente a determinadas situaciones, porque depende mucho de sus acciones el definirse o redefinirse como maduro; hablar de madurar es pues una medición del actuar de alguien en el mundo, y de cómo enfrenta las situaciones que se aparecen en su vida.
La postura que tomas hacia determinadas ideas, cómo enfrentas lo que te ocurre o tus opiniones frente a la vida, te definen maduro; hace unos días veía en televisión el caso de un adolescente al enfrentarse a algo desconocido, a una condición humana que no le era familiar, un joven que nunca había visto a una persona transgénero y que al enfrentarla, la encuentra ajena e intimidante.
Madurar es también saber sopesar la realidad que nos rodea y entender que hay cosas que debemos perder para poder ganar, que algunas veces ganar terreno sólo ocurre cuando das pasos atrás; madurar es aceptar que dejar asentarse el silencio es una forma de fortalecer una relación, que muchas veces se deben perder batallas pequeñas, a fin de que la guerra entera pueda lograrse.
Madurar es más que enfrentar el mundo con valentía, madurar es enfrentarlo también como lo que él es y lo que uno es...

"-Curiosamente, esto no lo escribió un poeta que ejerciera como tal. Lo escribió un psicoanalista que se llamaba Wilhelm Stekel. Esto es lo que... ¿Me sigues?
-Sí, claro que sí.
-Esto es lo que dijo 'Lo que distingue al hombre inmaduro es que aspira a morir noblemente por una causa, mientras que el hombre maduro aspira a vivir humildemente por ella.'"
La cuestión es, ¿qué tan maduro eres?
Salinger, J.D., El guardián entre el centeno, 1978, Alianza Editorial, México, p. 249
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