Cien años, se dice tan simple, tan vano, tan fácil... hoy se cumplen 100 años del nacimiento de un hombre al que no se puede describir, porque él mismo cuando describía a los que son como él se valía de palabras y frases que muchos, a primera vista, no alcanzamos a entender; de pronto sus palabras nos parecen tan inmensas, de pronto lo que dice satisface plenamente todo en lo que creemos, todo lo que sentimos y todo en lo que podemos depositar nuestra verdades...
Julio Cortázar, se llama, escribió desde la trinchera misma de un alma poeta y narradora, desde la mentalidad propia del latinoamericano, pugnando siempre por el no patriotismo, la no pasión de la nación que nos vio nacer y que entorpece nuestra relación y hermandad con los otros, enzalsó la sí entrega a la generación misma, a la población absoluta; latinoamericano, así se definía, así se denominaba. Argentino, europeo, amante, amado; vamos leyendo sus letra y a la par nos vamos colmando.
Confieso que nunca he leído un autor que me deje tan arrobada, tan colmada de emoción; leí primero de su autoría algunos cuentos, inicialmente "Cortísimo metraje" y me sentí cautivada, algunos meses después, cayó en mis manos una colección "El Perseguidor y otros relatos" y mientras iba leyendo me iba dejando enamorar, me iba devorando sus palabras al punto mismo en que tuve que hablar y hablar de él... pero fue "Lugar llamado Kindberg" el cuento que acabó por fulminarme, por dejarme plantada de pronto en medio de mi vida mirando a todos lados entre la confusión, el desasociego y la maravilla.
Fue el primer cuento que me hizo odiar, odiar profundamente y renegar de todo, del amor, de la vida, del destino, cosas que me parecían tan perfectas, tan hermosas; por ese cuento aprendí a despreciarles y me llené de rabia, pero fue una lectura llena de emoción equivocada, una mala situación personal fue la que me llevó a esa reacción. La segunda vez que lo leí, cuando volví a él necesitada y hambrienta, segura de que me había equivocado, que había errado el camino en algún punto, entonces todo tomó los colores reales; el odio se transformó en un amor todavía más profundo, me enamoré aún más de la vida, del amor, del destino, gracias a la Osezna de ese relato es que identifiqué en mí la verdad: yo quería leer más que escribir, y si escribir se podía, sería así, sería en una oda constante a lo que nos rodea, a lo que amamos y nos fascina.
Él me enseñó eso, yo necesito agradecérselo; porque sin Cortázar, yo no sabría la profundidad de las cosas y el significado inquietante del aplastamiento de las gotas, la forma correcta de llorar y por cuánto tiempo, lo que significa comer el azúcar, de qué manera hay que delinear una boca... él me enseñó a amar como lo hago, a tender puentes hacia el infinito a esperar porque si las palabras esperan y ellas son atemporales e inacabables y aún con ellas hay mucho que no se alcanza a decir, es que todo es tan basto, tan inmenso, que uno no puede sino amilanarse ante la grandiosidad de nuestra pequeñez.
Hay versos suyos que me torturan, que me devuelven a la razón, que me obligan a mirar al mundo y darme cuenta de cómo es, Cortázar me ha revelado siempre la verdad, la del exterior y la de mi interior; hay cuentos suyos que me fracturan, que tienen un efecto demoledor en mi corazón, que cimbran las fibras más internas de mi ser y llenan de conocimiento, de sentimiento y de razón a mi vida.
Julio, sin llenar todos los ámbitos de mi existencia, ha logrado ayudarme a entender lo que soy, lo que pienso, lo que creo y lo que espero.
El juego de sus palabras es fascinante, una danza de significados y de conocimiento que puede invadir a cualquiera, los que han leído Rayuela lo saben, se han perdido en esas páginas víctimas de sus personajes, envueltos por esa seducción de una vida plagada de coincidencias, de romance, de música y arte que brota de cada poro de ese libro como el aroma de la hierba mojada en las mañanas llenas de rocío; los que hemos leído lo demás, los cuentos, la poesía, los documentos académicos y que hemos estudiado sus estructuras, sus secretos, conocemos el encanto de su pluma, la fascinante infantil sabiduría con que Cortázar baña sus textos y que provoca, ante nuestra sorpresa, la adicción a su forma de vivir, de leer y de escribir.
Podría decir más de él, podría hablar de su identidad política, su estilo, sus pasiones, sus acciones, pero no tiene caso; podría llenarme más la boca de lo mucho que le admiro, de lo que ha cambiado mi vida, de cómo he decorado mi existencia con sus letras, de cómo ha colmado mi corazón con las palabras exactas, precisas que me han permitido externar a otros lo que siento y pienso. Pero ningún agradecimiento y nada que yo pueda decir, le hará justicia a su talento, a su vida, a su obra.
No me queda sino festejar este día... porque un día como hoy nos dio una persona para la eternidad.
Y les dejo dos vídeos... para que conozcan un poco más de Cortázar y su obra...
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