En cuestiones de existencia uno puede decir que se pertenece a sí mismo, pero habrá momentos y facetas de la vida en que eso sea falso, en que se siente que es diferente y que al mismo tiempo, aunque parezca malo, es lo más increíble y fascinante que hay; uno puede pasar, en una broma de la vida o bien en un estornudo del destino, a ser de alguien más... pertenecer a otro... cuando se está en punto de goce, es lo más extraordinario que hay... cuando se está en punto de pena, es realmente triste.


En el amor no hay ni dominio ni control o manipulación, en el amor hay pertenencia y posesión, pero ambas en la línea de lo sensible, de lo entrañable, en las inmediaciones de la ternura, del conocer al otro y dejar que le conozcan a uno, del permitir que entren en lo más profundo de nosotros y contemplen el verdadero color que llevas a cuestas, por dentro.
Cuando el otro puede verte llorar y sabe tus dolores, cuando el otro conoce tus verdades, tu pasado y tu presente, así como lo que esperas del futuro o lo que anhelas del mundo, estás en su posesión, pero también él te pertenece; amar es quitar las corazas.
Amar es pertenecer y poseer en igualdad de condiciones.
Posean y pertenezcan.
Amen y la vida se verá más como es:
MILAGROSA
Y cuando sea el momento de soltarse, suéltense, pero no pierdan la pertenencia, dejen de poseer, pero no de querer; vale la pena conservar a aquellos que amamos, sobre todo a los que hemos amado hasta la profundidad de la pertenencia y de la posesión...
A esos no hay que perderlos, porque cuando uno le muestra el color verdadero de su interior a alguien, ese color, ese interior, se queda también en el otro y nos volvemos más iguales, más unidos...
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