miércoles, 2 de octubre de 2013

2 de Octubre: La memoria que aún sangra


"Sangre joven pisoteada en este reventar de vidas por toda la Plaza de las Tres Culturas" 
Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco



Francamente, podría venir y explicarles todo el contexto histórico de la época, darles una idea de lo que pasó, por qué pasó, a dónde nos llevó (si es que nos llevó a algún lado), qué quedó de aquello o vamos, si al menos llegó a quedar algo, pero no tendría caso; no tiene caso venir y hablarles de algo que los mexicanos conocemos muy bien, aunque nos tapemos los ojos con las manos, con los libros, con la televisión, con las revistas, con los periódicos... aunque nos tapemos los ojos con las lágrimas de las madres que todavía esperan hijos en sus tumbas... porque ya no pueden esperarlos en la puerta de sus casas.




El dos de octubre sigue sobre nosotros como una sombra indeleble, no porque lo recordemos efectivamente, sino porque forjó en gran medida mucho del desconsuelo que tenemos encima los mexicanos; la Revolución lo hizo, lo hizo el 2 de Octubre, lo hicieron los Juegos Olímpicos del 68, lo hizo el Mundial, lo hizo el 2010 lleno de efervescencias pero sin levantamientos. En México se nos olvidan las cosas con mucha facilidad, yo tengo 25 años y ni siquiera había planes en el universo para que apareciera por aquí para joderle la existencia a algunos, pero acá ando... y sin embargo me acuerdo.








Me acuerdo de las reuniones del Consejo Nacional de Huelga, en la UNAM, de las tortas esperando noticias de las negociaciones, de fumarnos un cigarro o comernos unas papas con los de Filosofía y Letras oyendo a los de Ciencias Políticas parlotear; me acuerdo de la manta del Che que llevábamos por las calles mientras las faldas se nos pegaban a las piernas, y los suéteres nos estorbaban, porque ya hacía un sol canijo y seguíamos en el reclamo junto con los Ferrocarrileros, acompañados por los maestros que se nos unieron para no dejarnos solos ante la injusticia. Me acuerdo de la Marcha del Silencio, todos con cinta en los labios para no tener la tentación de romper aquel increíble zumbido de ausencia que iba acompañado por el estruendoso sonido de nuestros pasos por las principales calles de la Ciudad de México. 




Me acuerdo de las jornadas de salud, cuando salíamos todos a atender gente a los pueblos cercanos a la Capital, cuando vacunábamos, curábamos, visitábamos; me acuerdo de las pintas en el Centro Histórico, de repartir volantes afuera de las fábricas, de botear en las esquinas y volantear en las avenidas. Me acuerdo de los soldados sacándonos en corretiza del Zócalo, me acuerdo del golpe de la macana en la espalda, del tironeo del brazo; me acuerdo también de acabar en un Ministerio Público, esperando a que llegaran mis papás a sacarme, para luego escapármeles y volver a la concentración, contarles cómo me fue, recibir sus aplausos.

Me acuerdo de las mentiras, de las infamias del Gobierno sobre nosotros y sí, me acuerdo de los primeros caídos; me acuerdo bien de ellos, los que nadie recuerda, los que desaparecieron al principio, los que no llegaron a la fecha y parece que por eso, no son de los de las Tres Culturas... y que por eso, no son de nosotros.

Me acuerdo del Edificio Chihuahua, me acuerdo muy bien de él, sí, de él más que de ningún otro; recuerdo su sonido de emoción, su apasionado llamado al combate, a resistir y veo también en mi memoria, si cierro los ojos y guardo silencio, la luz verde que caía del cielo y con él, la apertura misma de las puertas del olvido.



¿Te acuerdas tú, joven, de los que quedaron tendidos, vaciándose como bolsas de refresco sobre la plaza?

¿Recuerdas los que cayeron con la cabeza partida por un bayonetazo?

¿Y de las madres que corrieron a Tlatelolco con la esperanza de entrar por sus hijos, y se volvieron a casa haciendo visitas a cada hospital, morgue y cárcel que pudieron?, ¿las viste?, ¿se te olvidaron?

¿Te acuerdas de las balas en los muros?, ¿las sombras en los techos?, ¿los cuerpos en los camiones?, ¿los soldados vigilando la plaza a la mañana siguiente, entre periódicos que cubrían la sangre y las voces?





Yo me acuerdo de la lluvia que cayó después, de las caras que acabaron encerradas en Lecumberri... me acuerdo de los 10, 20, 30, 40... 45 años que han pasado, sin que tengamos más respuesta a todas las preguntas, sin que nuestros recuerdos tengan más compañía que un silencio, una apatía y desinterés tan grandes, como el tamaño de mis recuerdos.



2 de Octubre no se olvida... y Dios quiera no se olvide nunca.




(Les recomiendo ver Rojo Amanecer, para que menos olviden y ver este documental "El grito" también, para que entiendan)

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