sábado, 23 de abril de 2011

Bloqueo


Hay una cierta magia inquietante en despertar, pocos lo notan todos los días, pocos lo aprecian, pero existe; como esa cálida sensación de salir de una piscina y quedarte un instante bajo el sol, el sol ardiente de un verano que pareciera eterno. No hay veranos eternos.
                A veces me da por ponerme a pensar, cosa poco común porque me da más por el sentir, pero, las pocas veces que me siento a pensar de verdad, llega esa sensación de no saber; considero que es tonto creer que sabemos las cosas, que sabemos lo que es tocar una manta o lo que es sentir algo picante o dulce en la lengua, no lo sabemos; no sabemos lo que hay en esa sensación ardiente al quemarse la mano, ni sabemos por completo lo que es llorar por alguien, dejar que el nudo del pecho se acreciente como una maldita puñalada. Nadie lo sabe.
                Cada vez que probamos una fruta, cada vez que sentimos una caricia, todo se renueva, cambia, jamás serán mis ojos los mismos de aquella mañana en que Fernando, ese compañero de clases, lloró frente a mí, con esos bellísimos ojos verdes que si hoy vuelvo a mirar, no provocarán en mí las mismas emociones de ese día; me gusta el relato aquel del río: un río jamás es el mismo, si hoy meto mi mano en una corriente cristalina, mañana, cuando vuelva al mismo punto y meta mi mano dentro de ella, no será la que toqué hoy, quizá jamás vuelva a serlo. Cambiamos, crecemos, evolucionamos, avanzamos.