lunes, 7 de marzo de 2011

Del atrevimiento a la liberación


"La hoja de papel está en su mano, pálida y fría, muerta; suspira con aquel normal prurito causado por el desvelo, se toca la mano y siente la natural frialdad con la que siempre despierta; han pasado diez semanas, diez desde que su madre le echó de la casa y le gritó que estaba muerta para ella a partir del momento en que cometió tal estupidez. Sí, para su madre, una mujer educada a la antigüita, decidir dejar el convento al que su abuela la envió para formarse como la salvadora de las almas descarriadas y corruptas de la familia, era la peor insensatez del siglo; quizá aun peor que entrar en la capilla del pueblo y vomitar sobre el altar."



A mediados del año pasado, la revista "Pirocromo" de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, institución donde me formé como Licenciada en Letras Hispánicas (qué seria y formal me leo), tuvo a bien publicar uno de los cuentos que en su momento conformaron mi primer libro o antología: Arreglo Floral; "Suspiros de Azucena", título del mencionado cuento, tiene como temática base una insinuación lésbica entre una chica "curandera" y una chica "religiosa". De primer momento, pocos me comentaron algo al respecto del cuento, más allá de "Me gustó", "Es un buen relato", "Con razón te va bien en los concursos", pero varios meses después alguien hizo el comentario que detonó esta nota: ¿Cómo te atreviste a publicar algo así?, es que es una monja, ¿qué dijo tu mamá al ver que publicabas sobre un par de "lesbianas"? (lo pongo entre comillas porque creo que a esas dos les falta mucho para serlo)

La cita al comienzo de esta nota, corresponde al inicio de una de mis primeras novelas "La casa irrisible" que actualmente se encuentra en proceso de fermentación desde hace dos años (y los que tomaron "taller" conmigo por radio, saltan ahora clamando: 'Fermentación de dos años???... WTF!!!'), lo he puesto por la frase final "y vomitar sobre el altar", pese a ser exactamente lo que quería yo decir, poner esa frase me costó muchísimo, un par de días sin siquiera atreverme a dejarla y dar 'guardar', ¿por qué?, por falta de valor. Algunos piensan que el trabajo del escritor es solamente llegar, redactar lo mejor posible, pulir y tener una idea prodigiosa, no, no es así; más allá de la idea, la forma pulcra de escribir o el trabajo intelectual que pueda denotar una escritura, el autor debe enfrentarse a otra cosa: el atrevimiento.